Gofre belga: una historia sabrosa a través del tiempo

El gofre belga es mucho más que un dulce — es parte de nuestra identidad cultural. Cada bocado crujiente y esponjoso guarda siglos de historia. Una historia que comienza en plazas medievales y que hoy llega a los cinco continentes.

De planchas de hierro a ferias populares

Imagina una plaza medieval, con aroma a masa recién cocinada flotando en el aire. Entre comerciantes y artesanos, nace el precursor del gofre: una sencilla mezcla de harina y agua cocinada entre planchas de hierro calientes. Aquellos “wafele” se decoraban a veces con símbolos religiosos.

No solo alimentaban el cuerpo, también unían a la gente en celebraciones y ferias.

El gofre de Bruselas: ligereza en su máxima expresión

En el siglo XVIII, la receta se transforma. Aparece el gofre de Bruselas: rectangular, aireado y crujiente. Algunos dicen que nació en Gante, pero fue en Bruselas donde ganó fama y nombre.

Con solo azúcar glas por encima, su simplicidad lo hace irresistible. Hasta hoy, sigue siendo una estrella en ferias y cafeterías.

El gofre de Lieja: dulce y contundente

Más al sur, en Lieja, nace otra variante. Según la leyenda, un príncipe-obispo pidió un postre original a su cocinero. Así nace el gofre de Lieja: denso, caramelizado y lleno de azúcar perlado que estalla al morder.

Ideal para comer en la calle, es un favorito en cualquier época del año.

De Bélgica al mundo

En 1958, durante la Expo de Bruselas, el gofre belga se presenta al mundo. Pero su momento estelar llega en 1964, en la Feria Mundial de Nueva York. Maurice Vermersch ofrece su versión con fresas y nata bajo el nombre “Bel-Gem Waffle”.

Fue un éxito rotundo. El gofre belga se convierte en símbolo global, aunque el verdadero — el que sabe como debe — se come aquí, en Bélgica.

De Malinas a Lieja: tradición viva

Desde el mercado de Malinas hasta una calle nevada en Lieja, el olor de un gofre recién hecho despierta recuerdos, emociones y orgullo belga. No es solo comida: es una tradición viva.

Conclusión

El gofre belga es una historia de sencillez convertida en arte. Un símbolo de lo que somos: cálidos, auténticos, amantes del buen sabor. Y como toda gran historia… esto recién comienza.